LA IMAGEN MENTAL SUBJETIVA
Se puede definir como
un lenguaje del inconsciente así como la palabra es el lenguaje del consciente.
Una imagen mental se representa en forma de sueños que se vuelven imágenes en
movimiento, representando simbólicamente nuestras emociones.
En estas
imágenes mentales están los imagos ligados a lo inconsciente que en latín
significan imágenes o representaciones inconscientes consideradas como objetos
de la mente.
Por una parte, existe un
componente fundamental en la imagen mental que está ligado a la percepción.
Todos los canales sensoriales contribuyen a alimentar el proceso que genera la
imagen. De la ciudad tenemos imágenes visuales, auditivas, olfativas, táctiles,
kinestésicas, etc. Por otra parte, una imagen tiene carácter privado y al
hacerla pública estamos obligados a transformarla, disecarla en sus componentes,
seccionarla en el tiempo, localizarla en el espacio. Pero la imagen original
tiene vida propia y autonomía, es dinámica y global. Es, en suma, tan compleja
como la misma inteligencia humana y Piaget tiene razón al definir la imagen
mental nada menos que como "la interiorización de los actos de la
inteligencia”. Es decir, la imagen mental no es simplemente un producto de la
percepción, una prolongación o reverberación de los estímulos periféricos que
son procesados por el cerebro sino es una expresión cognitiva de carácter
central, sometida a todas las leyes del desarrollo intelectual del individuo.
La imagen trata de
aprehender una cosa real, que existe, entre otras, en el mundo de la
percepción; pero trata de aprehenderla a través de su contenido físico. Sin
duda, este contenido tiene que cumplir determinadas condiciones: en la
conciencia de imagen aprehendemos un objeto como análogo de otro objeto. El
contenido puramente psíquico de la imagen mental no puede escapar a esta ley:
una conciencia que estuviese frente a la cosa que trata de aprehender sería una
conciencia perceptiva; una conciencia que tratase de aprehender la cosa sin
contenido sería una pura conciencia de significado. A la necesidad para la materia de la imagen
mental de estar constituida previamente en el objeto la llamamos trascendencia
del representante. El saber no desaparece una vez que se constituye la
conciencia de la imagen, ni detrás de las imágenes. No es “siempre capaz de
realizarse a través de las imágenes , sino distinto de ellas”. Representa la
estructura activa de la conciencia imaginante. El saber no puede atrapar al
objeto, sino por el orden de sus cualidades.
Es decir, a través de cierta posición sin efecto de opacidad y de
exterioridad; determinadas precisamente por las relaciones que se ha hecho
pasar tras su espesor. Por el contrario, el saber imaginante es una conciencia
que trata de trascender, de plantear la relación como un fuera. El ser
imaginante se presenta, pues, como una
voluntad de llegar a lo intuitivo, como una espera de imágenes.
Un objeto imaginario es una
creación pura, un absoluto, y por lo tanto nos ofrece la posibilidad de negar
al mundo, pero al mismo tiempo resulta inconcebible a esta imaginación la
posibilidad de aislarse de la conciencia que está en el mundo.
Es precisamente a través de
la alquimia como Jung se percató de que el inconsciente es un proceso dinámico,
recíproco y bidireccional entre el yo y los contenidos de lo inconsciente,
verificable a nivel individual, por los sueños y las fantasías, y a nivel
colectivo, en los diversos sistemas religiosos y en la transmutación de sus símbolos.
El concepto de imago lo
debemos a Jung, que describe el imago materno, paterno, fraterno. El imago y el
complejo son conceptos afines; ambos guardan relación con el mismo campo: las
relaciones del niño con su ambiente familiar y social. Pero el complejo designa
el efecto que ejerce sobre el sujeto el conjunto de la situación interpersonal,
mientras que la imago designa la pervivencia imaginaria de alguno de los participantes
en aquella situación. Con frecuencia se define la imago como una
«representación inconsciente»; pero es necesario ver en ella, más que una
imagen, un esquema imaginario adquirido, un clisé estático a través del cual el
sujeto se enfrenta a otro. Por consiguiente, la imago puede objetivarse tanto
en sentimientos y conductas como en imágenes. Añadamos que no debe entenderse
como un reflejo de lo real, ni siquiera más o menos deformado; es por ello que
la imago de un padre terrible puede muy bien corresponder a un padre real
débil.
FUENTES:
No hay comentarios:
Publicar un comentario